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Cómo ser operaísta en el siglo XXI

En esta entrada quiero volcar mis impresiones en relación a la lectura del libro Cómo ser anticapitalista en el siglo XXI, del sociólogo Erik Olin Wright (Akal, 2019). La motivación para leer este libro viene de un artículo publicado en el Instituto de Estudios Culturales y Cambio Social (IECCS), Modernizar la modernidad: tecnología y ecologismo como apocalipsis y utopía, de Pablo Beas y Manuel Romero. Ahí ponen a dialogar a tres libros, uno de ellos el de Wright y los otros dos Cuatro futuros (Peter Frase) y Comunismo de lujo totalmente automatizado (Aaron Bastani). Son dos obras que van a mi lista de lectura.

Por lo pronto, Cómo ser anticapitalista en el siglo XXI (CSASXXI de aquí en adelante) quiero que sea, en uno de los hilos de lectura que sigo, una continuación de El sabio, el mercader y el guerrero (SMG), de Franco “Bifo” Berardi, uno de los últimos que he terminado. Me explico. Son dos ensayos que no tienen demasiado que ver en varios aspectos. Bifo es filósofo y Wright es sociólogo, así que sus registros son considerablemente diferentes. SMG son, como dice el propio Bifo, dos libros, en realidad: uno sobre la historia (en el sentido de “history” en inglés”) del movimiento operaísta-autónomo, surgido en la Italia de los ‘70 en plena transición entre el modelo capitalista industrial y el informacional (por denominarlo de alguna manera); y una historia (como “story” en inglés”) de la evolución del movimiento obrero en la segunda mitad del siglo XX, desde el rechazo al trabajo de los 60-70 hasta el surgimiento del cognitariado en los 90-00, pasando por la invasión neoliberal de los 80. Digo historia (de “story”) no en un sentido peyorativo por falta de veracidad, sino porque, como el propio Bifo dice al respecto, su libro no es de Historia (como disciplina) pero si cuenta una historia, formando un relato que articula la mencionada evolución del capital y el trabajo. Se trata de una lectura emocionante, pero también ardua (para mí, sobre todo al comienzo en lo que respecta a la historia del operaísmo).

En cambio, Wright explica en el prefacio a su obra que CSASXXI es intencionadamente un derivado divulgativo de su trabajo Construyendo utopías reales. Esto quiere decir que se trata de un libro razonablemente breve (170 pags.) diseñado para ser de fácil comprensión, lo que no quiere decir falta de rigor. El hilo que me gustaría tejer entre ambas, entonces, es encontrar en CSASXXI una propuesta clara y concisa de pensamiento-acción ante el panorama actual, considerando la visión que ofrece SMG de cómo hemos llegado hasta aquí.

Hace un tiempo vi en Twitter un meme, del mismo Manuel Romero que escribió el artículo del IECCS, en el que señalaba que el operaísmo era genial haciendo análisis pero se quedaba corto al hacer propuestas. Me dio que pensar, ya que, a raíz de seguir a Bifo y de la lectura de SMG, concretamente, tengo a este movimiento como un referente de pensamiento porque me parece que han sabido interpretar muy bien el curso de los acontecimientos y adaptar su cuerpo teórico a la actualidad. Puede ser cierto que no hayan logrado articular una propuesta concreta de intervención. Lo cierto es que no lo se. Para averiguarlo quizás sea una buena lectura a incorporar a esta reflexión la obra colectiva, editada por Caja Negra, Neo-operaísmo -NO- (Mauro Reis, comp.). En esos textos puedo encontrar la actualización a las tesis operaístas de Bifo en SMG (quién escribe un par de capítulos). Tomando por cierta la hipótesis de que el operaísmo falla en la parte propositiva, este texto se puede leer como un intento de respuesta a esta cuestión.

by: @ManuelRomeroFer (Twitter)

 

-¿Otro mundo es posible? -Sí

Wright comienza CSASXXI planteando un debate. Uno muy sencillo que aparece en cualquier conversación sobre el capitalismo. El argumento central de quienes defienden el capitalismo se puede resumir en que, aún reconociendo que la distribución de los recursos es desigual, este sistema ha aumentado el “nivel de vida” de gran parte de la población mundial mediante la producción y comercialización de bienes y servicios de consumo. Aún cuando pueda tener sus defectos, la clave está en que se presenta como el “mejor sistema posible”, refrendando esta afirmación en los fracasos de los así llamados comunismos durante el siglo XX, destacando el de la URSS (otro debate sería si merecen ser llamados sistemas comunistas, lo cual es más que dudoso). El cuestionamiento al capitalismo, por otra parte, se centra en señalar que el capitalismo genera pobreza en la abundancia. Es decir, al mismo tiempo que aumenta enormemente la producción, el dinamismo y la innovación, aumentando las posibilidades de agencia humana, las constriñe limitándose a un modelo enfocado hacia el crecimiento acumulativo que aumenta la desigualdad, o, dicho de otro modo, a la “desigualdad acumulativa”.1

El capitalismo actuaría entonces como un doble movimiento, de ampliación y limitación de posibilidades, contradictorio, al modo del double bind, o doble vínculo, que Bifo toma del cibernético Bateson. Este diagnóstico es, también, el núcleo del análisis y crítica al capitalismo que se realiza desde el aceleracionismo de izquierdas. Abriendo un breve paréntesis, este es un movimiento que también me interesa enormemente y del que quiero explorar sus vínculos con el (neo)operaísmo para la composición de una propuesta política. Al respecto, considero que la obra de Mark Fisher puede leerse como una síntesis virtuosa del aceleracionismo (trabajo mano a mano con sus principales teóricos, Nick Snircek y Alex Williams, en el contexto del CCRU en Warwick), y uno de sus textos aparece en la compilación que Caja Negra dedica a este movimiento, realizada también por Mauro Reis con Armen Avanessian; con componentes operaístas, visibles en la influencia de Bifo en su obra. El hecho de que ambos movimientos (aceleracionismo y operaísmo) sean recogidos por la misma colección de Caja Negra (quien también publica a Fisher en español) me anima a explorar esta constelación teórica, de la que considero que puede salir una propuesta anticapitalista posible y potente. Y es en este punto donde tiene interés la obra de Wright.

La cuestión fundamental, según Wright, está en si son posibles la productividad, el dinamismo y la innovación capitalistas pero sin sus efectos dañinos. De nuevo aquí hay sintonía con el aceleracionismo, en su afirmación de que no es posible atacar al capitalismo desde un “Afuera” y, de hecho, no es necesario ni deseable desechar lo que el capitalismo genera, tratándose más bien de una reapropiación (puesto que la historia del capitalismo se puede entender como la continua y constante apropiación del valor y la riqueza colectivas) de los modos y los medios capitalistas. No se trata de rechazar de pleno, menos aún si se hace desde un supuesto purismo (lo que Fisher denomina ácidamente anarcohippismo primitivo), si no de distinguir entre formas y contenidos para recomponer los ensamblajes de la sociedad (por expresarlo en los términos composicionistas que propone Bifo como metodología en SMG).

Retomando CSASXXI, Wright plantea que los dos relatos mencionados respecto del capitalismo componen el debate anclado en las “realidades del capitalismo”. Esta afirmación me lleva inmediatamente a Fisher y su realismo capitalista, a través del que afirma que el éxito del capitalismo está en presentarse, ya no como la mejor alternativa, sino como la única. Para ello, boicotea y se apropia de prácticamente cualquier crítica y alternativa que se le enfrente. La síntesis del debate la expone Wright mediante enfrentamiento de los dos lemas más significativos de las últimas décadas: el “No Hay Alternativa” (TINA por sus siglas en inglés) de Thatcher frente al “Otro Mundo Es Posible” del Foro Social Mundial. El TINA es también para Fisher la mejor síntesis de la estrategia capitalista desde la reacción ofensiva neoliberal de la década de los 80. De ahí que el subtítulo de Realismo Capitalista sea “¿No hay alternativa?”. Así, con dos meros signos de interrogación (uno en inglés) Fisher posibilita abrir el candado neoliberal y sintonizar con el lema del Foro Social Mundial.

A la pregunta de Fisher en su libro, Wright responde afirmativamente. De hecho, la tesis central de CSASXXI es que otro mundo más prospero para la humanidad es posible, que los elementos de ese mundo están presentes en el actual, y que hay formas de transitar hacia allá. Esto es un anticapitalismo no como actitud moral, sino como práctica. La cuestión es, por lo que respecta a este texto, cuáles de esas formas y prácticas propuestas por Wright se componen, como diría Bifo rimando con Spinoza, con la corriente (neo)operaísta.

¿Qué es el operaísmo?

Me he dado cuenta de que he llegado hasta aquí hablando de operaísmo sin haber aclarado qué es. Vamos a ello antes de continuar la lectura de Wright. Atendiendo a Reis en la introducción que escribe a la mencionada compilación sobre este tema, el elemento definitorio, por ser la innovación teórico-práctica con respecto a las tradiciones revolucionarias precedentes, es la modificación en la relación causal entre clase y capital. El operaísmo afirma que no es el capital el que determina a la clase, sino al revés, la clase determina al capital. Esto es, entender el capital como una relación social en la que tiene prioridad la clase. Esta inversión de paradigma es fascinante porque coloca al capitalismo en una posición reactiva, mientras que la clase tiene la iniciativa. Así podemos pensar y actuar desde una posición ofensiva y no únicamente defensiva. El movimiento está de parte de la clase y es el capital el que se adapta para mantenerla sometida. El desarrollo capitalista conduce las energías del motor de cambio, que es la clase obrera, hacia la acumulación desigual de la riqueza colectiva. Aquí hay una resonancia al aceleracionismo, en el sentido de que también este movimiento sitúa al capitalismo en una posición reactiva, al verse obligado a contener el potencial que genera para justificar su existencia. El aceleracionismo, entonces, apunta a arrebatar las riendas al capital y que sea la propia clase quien conduzca las energías que genera por sí misma.

Otro elemento sustancial del operaísmo es la «coinvestigación». Partiendo de que el capital se ajusta a los movimientos de la clase, entonces es necesario un análisis permamente que se mantenga actualizado respecto de las formas de organización y lucha obrera, y de la reestructuración del desarrollo capitalista como respuesta. Para ello es fundamental la coinvestigación entendida, según Reis, como «el trabajo de investigación que deriva de la interacción de los diferentes sujetos en el proceso que, de este modo, rompe con la relación sujeto-objeto de la investigación tradicional». Se trata de un modo de investigación colectivo, transversal y militante, enfocado a ser una «metodología para la producción de conocimientos y la organización política», situada en los movimientos que tienen lugar en la realidad inmediata. Tiene por objetivo, también, la generación de un vocabulario (nuevo o renovado) que posibilite la expresión y subjetivación de las luchas y que se legitime por construirse en los propios procesos de lucha concretos. De esta forma, la coinvestigación no es ya un ejercicio de identificación y representación de lo dado, si no de generación de nuevas perspectivas y espacios de conflicto.

La prioridad de la clase sobre el capital y la coinvestigación son, según Reis, dos de las principales razones que han permitido al operaismo mantener un repertorio teórico y práctico en constante actualización y con una capacidad de renovación acorde a la evolución del capitalismo. Esto ha supuesto, paradójicamente si atendemos al nombre de esta corriente-movimiento (operaio significa obrero en italiano), abandonar el concepto de «obrero» como figura central de la lucha de clase, e, incluso, la centralidad de cualquier otro sujeto social. Esto lleva al tercer punto elemental del operaísmo: la necesidad de generar una subjetividad no capitalista que se oponga al relato neoliberal (individualismo, competencia y deuda). Habría entonces que realizar un doble movimiento, uno de desubjetivación y otro de resubjetivación en clave colectiva. Esto me recuerda a la «destitución subjetiva» que propone Fisher en su análisis de la película V de Vendetta, una entrada de su blog titulada «Políticas de la des-identidad». Ahí, afirma que, en términos de identidades, no se trata de buscar el reconocimiento y el respeto de la clase dominante, sino de derrumbar todo el aparato clasificatorio para posibilitar la emergencia de una nueva clase revolucionaria.

[CONTINUARÁ…]

1Este concepto lo utiliza Víctor Sampedro en Dietética Digital. Concretamente, lo hemos aplicado en el capítulo del Recetario dedicado al episodio de Black Mirror “Caída en picado” (3×01). Ahí introducimos ese término en el contexto de un análisis del capitalismo cognitivo centrado en los efectos sociales de las redes digitales. https://dieteticadigital.net/plato-3-comida-que-da-hambre/