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Revolución y Universidad

A continuación, se transcribe íntegramente el (anti)panfleto elaborado por un grupo de estudiantes universitarios en 1967 en Madrid, en el contexto de las movilizaciones estudiantiles contra el franquismo. Este texto, y las reuniones que le dieron lugar, fueron el germen de la Acracia, o el grupo de los ácratas, tal y como relata Antonio Pérez (uno de sus integrantes) en el libro Pequeña historia de la llamada Acracia: La resistencia universitaria al tardofranquismo (Postmetrópolis Editorial, 2016).

REVOLUCIÓN Y UNIVERSIDAD

A.- Concepción de la Universidad

La Universidad está inmersa y depende de la Sociedad, esta misma impone las normas a la Universidad.

Tratar de organizarla mejor técnicamente sólo supone favorecer esta sociedad.

Sólo cuando se esté de acuerdo con una sociedad convendrá favorecer técnicamente a su Universidad.

Mejorar técnicamente la Universidad en nuestra sociedad actual supondría producir más y mejores técnicos que se incorporarían al servicio de las estructuras, fortaleciéndolas.

 

B.- La Universidad como posibilidad y campo de acción revolucionaria

Al pretender destruir la estructura de la sociedad actual y dado que nuestro campo de acción más directo es la Universidad, la lucha revolucionaria dirigida a este fin tendrá que encaminarse tambié a la desorganización de la Universidad en cuanto instrumento al servicio de tal sociedad.

La Universidad, pues, como agente y campo de acción revolucionaria tiene dos objetivos: la destrucción de las estructuras sociales y la desorganización de su propia estructura.

 

C.- El estudiante revolucionario

El estudiante revolucionario es el que, estando de acuerdo con los dos puntos precedentes, antepone a sus obligaciones académicas su acción revolucionaria, lo cual no implica el abandono de su formación científica y profesional.

No es revolucionario aquel que concibe sus obligaciones académicas como medio a largo plazo al servicio de la revolución.

 

D.- Nuestra acción revolucionaria

Plantear reivindicaciones justas y necesarias pero inconcebibles en la situación actual por afectar a las estructuras generales del país.

La misma justicia y necesidad de estas reivindicaciones irá sumando al universitario en la lucha.

Nuestra labor revolucionaria estará dirigida preferentemente a los estudiantes demócrata-burgueses, reformistas y sindicalistas; así como al desprestigio político de aquellos que, para conseguir la revolución, utilizan métodos burgueses y paralegales que frenan las actividades revolucionarias.

Relaciones entre los estudiantes revolucionarios. Admitiendo nuestras diversas tendencias, los estudiantes revolucionarios tenemos un objetivo: la lucha por la Revolución Socialista en un frente común. Es por esto que nuestras relaciones se basarán en la honradez y la razón. La información veraz y total, analizada con espíritu crítico, permitirá el planteamiento de acciones comunes.

 

E.- Relaciones con los demás sectores socio-políticos

Facilitar el análisis de problemas generales en común que favorezca la concentración de acciones conjuntas (propulsión de estudios mixtos).

Los grupos de izquierda han demostrado su incapacidad para concentrarse en un frente común por su negación de los elementos por ellos llamados independientes. Se hace, pues, necesario plantear el estudio de otros cauces organizativos que posibiliten nuestro objetivo.

 

Apéndice.- Disociación Política y Revolución

La experiencia cotidiana de nuestro mundo es la separación.

La experiencia cotidiana de nuestro mundo es, incluso, el antagonismo.

Ambos -separación y antagonismo- se verifican a nivel social en la lucha entre explotadores y explotados, entre hombre y mujer, entre padre e hijo. Ambos se dan a nivel psicológico, entre afecto y razón, entre conciencia e inconsciencia.

El burgués, por ejemplo, habla de fraternidad mientras explota al obrero.

A esta disociación entre humanos -y por tanto política- la llamamos «disociación metafísica». (Desear una cosa y efectuar la contraria; hacer «como si» la consecución de estos deseos estuviera más allá de las posibilidades humanas).

Entendemos por «disociación política» aquella que realiza el hombre con el hombre (I) y el hombre consigo (II). Ambas -la disociación que verifica un hombre con los otros hombres y la disociación de uno con uno mismo- aparecen indefectiblemente entrelazadas, de tal modo que superada una quedaría resuelta la otra. Y de modo tal que combatir a cualquiera de ellas significaría luchar contra ambas.

La lucha contra la «disociación política» implica, a su vez, la lucha contra las estructuras, ya que es en el marco de éstas donde actúan los hombres. Luchas contra las estructuras no equivale a efectuar, en las mismas, reformas parciales, en tanto que su misma parcialidad no haría sino confirmar la disociación. La lucha, por ello, consistirá en la radical transformación de las estructuras, siendo esto último lo que entendemos por «REVOLUCIÓN».